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La batalla de Uclés

El 29 de mayo de 1108, tuvo lugar una de las batallas de más impacto para los reinos cristianos de la península Ibérica, la batalla de Uclés, entre las tropas de Alfonso VI de León y los almorávides de Ali ibn Yusuf.

El padre de Ali ibn Yusuf, Yusuf ibn Tasufin,  anteriormente ya derroto a Alfonso VI en varias ocasiones, en Sagrajas en 1086, en la batalla de Consuegra de 1097, donde murió el hijo del Cid, Diego, y en 1106, en la batalla de Salatrices donde el propio Alfonso VI fue herido en una pierna.

Al fallecer su padre en 1106, Ali ibn Yusuf decide seguir sus pasos y atacar el reino de León, eligiendo a Uclés como objetivo.

Designó a su hermano Tamim ibn Yusuf, gobernador de Granada, como jefe de ejército, y a  principios de mayo de 1108 el ejercito musulmán salió de Granada, pasando por Jaén. Por el camino se le unieron las tropas de Córdoba comandadas por Muhammad ibn Abi Ranq, las del conquistador de Murcia, Abu Abd Allah Muhammad ibn Aisa, y del de Valencia, Abdallah ibn Fátima.

Uclés

El miércoles 27 de mayo, el gran ejército almorávide llega a Uclés y toma la ciudad sin dificultades. Fue un ataque inesperado  y los habitantes no pudieron evitar el asalto. Los atacantes hicieron prisioneros a todos los que no pudieron refugiarse en la alcazaba, que no llegó a ser tomada. Saquearon la ciudad, asesinando, derribando casas, destruyendo las iglesias. El día siguiente atacaron de nuevo la alcazaba, pero sin lograr conquistarla.

Alfonso VI en la miniatura del siglo XII

En el momento cuando el ejército almorávide se ha movilizado, los espías cristianos comunicaron a Alfonso VI que parecían dirigirse a Toledo, por lo cual las tropas castellanoleonesas fueron concentradas junto a la ciudad.

Alfonso VI no pudiendo dirigir su ejército personalmente (se encontraba en Sahagún, aun recuperándose de la herida recibida en Salatrices), puso al mando de las tropas al infante Sancho Alfonsez, su único hijo varón y, por tanto, el heredero de la corona, de unos 14-15 años,  acompañado por Alvar Fañez, uno de sus principales capitanes, y otros siete condes, entre ellos el ayo del principe, el conde de Nájera, García Ordóñez, a quien el rey confió la seguridad de su hijo.

Comprendiendo que los almorávides se dirigen a Uclés, el ejército de Alfonso VI marcha tras ellos. Llegaron dos días más tarde que los musulmanes, cuando la población ya había sido tomada, pero con la alcazaba aún resistiendo.

Viendo que sus tropas se encuentran entre dos fuegos, el ejército cristiano y la alcazaba,  Tamim pensó en retirarse sin batalla, pero después de celebrar un consejo de guerra, decidió luchar.

Por las diferencias en las crónicas describiendo el desarrollo de la batalla, es difícil hacer una reconstrucción exacta, pero según parece, de madrugada del viernes 29 de mayo, los musulmanes se situaron al suroeste, a poca distancia de Uclés. Con los cordobeses en vanguardia, las alas las formaban las tropas de Murcia y Valencia, y en el centro iba el propio Tamim con los soldados granadinos.

Los principales capitanes del ejército cristiano eran: el infante Sancho, Alvar Fañez, García Ordóñez, los alcaides de Toledo, Calatañazor y Alcalá de Henares entre otros.

En el centro estaba Alvar Fañez, en uno de los flancos  (que fue el que cedió) el infante Sancho acompañado de García Ordóñez y algunos condes más, y en el otro flanco el resto de los condes.

Las tropas cristianas atacaron, con su caballería pesada, a las cordobesas, causando un gran número de bajas. Los cordobeses retrocedieron buscando el apoyo de la retaguardia de Tamim. Mientras tanto, las alas almorávides, formadas por las tropas de gobernadores de Murcia y Valencia, con su caballería ligera, rodearon el ejército  leones, atacando por los cuatro costados, utilizando la táctica del tornafuye. Era una maniobra propia de la caballería ligera musulmana que consistía en aprovechar la mejor movilidad para atacar y huir. Se acercaban, lanzaban dardos o jabalinas, y huían  antes de que la caballería pesada les alcanzara.

Los cristianos, sin poder defenderse por todos los frentes, no consiguieron improvisar un plan de emergencia, provocando la huida de una tropa auxiliar de judíos. Los esfuerzos se centraron en salvar al hijo del rey.

Cuenta Rodrigo Jiménez de Rada en su “Historia de los hechos de España” (“De rebús Hispaniae”).

“Como un enemigo hiriese gravemente el caballo que montaba el infante Sancho, dijo este al Conde: “Padre, padre, el caballo que monto ha sido herido”. A lo que el conde respondió: “Aguarda, que también a ti te herirán luego”. Y al punto cayó el caballo, y al caer con el hijo del rey, descabalgo el conde y colocó entre su cuerpo y el escudo al infante, mientras la muerte se cebaba por todas partes. El conde, como era muy buen caballero, defendió al infante, por una parte, cubriéndolo con el escudo y por la otra con la espada, matando a cuantos moros podía; pero al fin le cortaron el pie y al no poder tenerse, se dejó caer sobre el niño porque muriese él antes que el niño”.

Las tropas de Alfonso VI hubieron de emplearse a fondo para lograr sacar al infante de la batalla, por lo que se retrasó la huida y aumentó el número de muertos.

Mientras el grueso del ejército, al mando de Alvar Fañez, encontró el camino de salvación dirigiéndose a Toledo, el infante Sancho Alfonsez, bien porque era muy joven y estaba cansado o porque estaba malherido, no pudo seguirles y buscó refugio en el castillo de Belinchón, a 22 km de Uclés. Poco antes de llegar, al ser alcanzados por los almorávides, los siete condes, con lo que les quedaba de sus tropas, se enfrentaron al enemigo para proteger la huida del infante. Sacrificaron sus vidas para salvar al hijo del rey. Gracias a su heroico acto, el infante y sus acompañantes pudieron llegar al castillo. Sin embargo, los musulmanes de Belinchón se sublevaron contra la escasa guarnición cristiana y mataron al infante y a los que le acompañaban.

No se sabe exactamente quiénes eran los siete condes que dieron sus vidas para proteger al infante Sancho, pero comparando firmas de nobles antes y después de la batalla de Uclés, podrían ser los siguientes: Martín Flainez, Gómez Martínez, Fernando Díaz, Diego Sánchez y su hermano Lope Sánchez, Lope Jiménez, además del ya mencionado conde de Nájera, García Ordóñez (en el caso de sobrevivir en la batalla).

El cuerpo del infante Sancho se recuperó después y se enterró en el monasterio de Sahagún junto a su madre.

La pérdida de Uclés, la derrota de su ejército y sobre todo la muerte de su hijo le supuso al rey un duro golpe del que no se recuperó y falleció el año siguiente.

La muerte del heredero de trono hizo que la corona recayera sobre su hermana mayor, Urraca. Las disputas de ella con su marido, rey de Aragón, provocaron a la larga la creación del reino de Portugal.

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