
1234, Bergen – 1262, Sevilla

Kristina fue una princesa noruega, hija de los reyes Haakon IV de Noruega y Margarita Skulesdatter. Su madre pertenecía a una familia noble muy poderosa, emparentada con el rey Inge II de Noruega. Su padre, y, por tanto, el abuelo materno de Kristina, el duque Skule Bardsson, era jefe del ejército y un personaje con mucha influencia en la política de su epoca.

Una de las principales fuentes sobre la vida de esta princesa es Hakonar saga Hakonarsonar, de un noble islandés Sturla Thordarson, escrita hacia el año 1265 por encargo del hermano de Kristina, el rey Magnus Hakonsson.
Kristina se convirtió en la infanta consorte de Castilla por su matrimonio con el infante Felipe de Castilla, hijo del rey Fernando III el Santo, y el hermano menor del rey Alfonso X de Castilla.
Su vida, por el motivo de los escasos datos biográficos, está envuelta en leyenda, pero disponemos de algunos datos más exactos sobre ella para poder reconstruir su vida después de la llegada a Castilla.
Hay motivos para pensar que todo empezó en la Universidad de la Sorbona de París, donde el obispo Peder de Hamar, quien más tarde sería consejero personal del rey Haakon, estudio al mismo tiempo que Sira Ferrant, consejero de la corte castellana, y quien estaría encabezando la embajada del rey Alfonso para pedir la mano de Kristina.

El rey Alfonso, estaba deseando conseguir el apoyo del rey de Noruega para cumplir su sueño, el título de Emperador del Sacro Imperio Romano, le envió una numerosa embajada, solicitando la mano de la bella princesa Kristina para uno de sus hermanos. El rey noruego, quien estaba interesado en los contactos comerciales con Castilla, por lo cual el matrimonio de su hija con un príncipe castellano, le pareció buena idea, pero puso la condición de que la princesa pudiera elegir libremente su esposo entre los hermanos del rey Alfonso.
En el verano de 1257, Kristina parte desde el puerto de Tonsberg en una embarcación hecha especialmente para este viaje, con una gran dote y acompañada de cien caballeros, el obispo de Hamar y las damas de alta nobleza.
Comenzaron el viaje por mar hasta Inglaterra, cruzando el Mar del Norte y el canal de la Mancha hasta Normandía. Allí compraron más de 70 caballos y viajaron hacia el sur. Al llegar a Francia fue recibida por el rey Luis IX y siguió el viaje hasta Narbona, llegando finalmente a Gerona.
El recibimiento del conde de Gerona fue espectacular. “En cuanto el conde de la ciudad oyó que llegaba la princesa Kristina, salió a caballo hasta dos millas fuera de la ciudad, llevando a su lado a un obispo y 300 hombres. Cuando ella llegó a la ciudad, el conde tomó la brida del caballo y la condujo hasta el centro.”
En Barcelona, el rey de Aragón Jaime I la recibió personalmente e impresionado por su belleza, llegó a proponerle el matrimonio. Propuesta que fue rechazada por los noruegos debido a la diferencia de edad.

Antes de la llegada de la princesa a Burgos, salió a su encuentro el infante don Luis, acompañado de un séquito de caballeros moros y cristianos, y la recibió en Soria, acompañado por obispo de Astorga. La Nochebuena la pasó Kristina en el Monasterio de las Huelgas, donde doña Berenguela, hermana del rey Alfonso, le regaló siete mantillas y un precioso baldaquín. Allí celebro la Navidad con su futura cuñada y le regalo un precioso vaso.
En cuatro días salieron de Burgos y Alfonso X se encontró con la princesa en Palencia
A su llegada a la corte en Valladolid el 4 de enero de 1358, la princesa Kristina fue presentada a los hermanos del rey, los infantes Fadrique y Felipe. Según la leyenda, a la princesa le gustó más Felipe, porque Fadrique tuvo una cicatriz en el labio que le desfiguraba el rostro. Sin embargo, en un documento posterior, Alfonso X reconoció que fue decisión suya que Kristina contrajese matrimonio con Felipe.
El infante Felipe fue hasta el año 1258 arzobispo electo de Sevilla, canónigo de la catedral de Toledo, beneficiado en la catedral de Burgos y abad de la Colegiata de Valladolid, de la Colegiata de Castrojeriz y de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias. Teniendo en cuenta la falta de interés de su hermano por la carrera eclesiástica, el matrimonio de Felipe ofrecía al rey la oportunidad de instalar a una persona más experimentada en la sede de Sevilla, Remondo de Losana, obispo de Segovia.
El 6 de febrero celebraron esponsales y el 31 de marzo de 1258 en la Colegiata de Santa María de Valladolid tuvo lugar una fastuosa boda. Alfonso X concedió varios señoríos a su hermano además de la renta de los judíos y los restantes pechos reales de Ávila, las tercias de arzobispado de Toledo y de los obispados de Ávila y Segovia, la heredad de Valdecorneja, compuesta por las villas de El Barco de Ávila, Piedrahíta y La Horcajada y Almirón.
Como afirma la Crónica de Alfonso X, “lo cual nunca quiso hacer ningún Rey a ninguno de sus hermanos, no a otro ninguno darle cosa en ningún lugar de las Extremaduras.”
Después de la celebración, el séquito de la princesa regresó a su país, muy complacidos por la magnífica acogida que se les había hecho en Castilla.

Los recién casados se establecieron en Sevilla. Cerca de su palacio se hallaba la ermita y el hospital de Santa Bárbara, y en dicha ermita, el infante colocó una gran pintura representando a Nuestra Señora de Rocamador, que trajo de París cuando estudio en Sorbona y fue regalo de su tío San Luis, rey de Francia. Según la tradición, la princesa Kristina se postraría muchas veces ante esa imagen.
El infante Felipe, según parece, “mimaba con sumo cuidado a su esposa” y la vida matrimonial fue bastante feliz y tranquila.
A pesar de todo, la princesa Kristina, murió a los 28 años de edad y después de solo cuatro años de matrimonio, según la leyenda, de melancolía, añorando su país natal. Cuenta la tradición islandesa que la princesa murió de tristeza porque al infante Felipe le apasionaba la caza y ella, mientras le esperaba, hacía sonar la campana para que supiera que le esperaba impacientemente.
Kristina de Noruega fue enterrada en la Colegiata de Covarrubias, la villa de la que era abad su esposo. Su cuerpo apareció en 1958.
En el interior del sepulcro se encontró escrito un remedio para el mal de oído a base de “xugo de ajo”. ¿Por tanto, moriría de una infección de oídos? Desde luego parece mas verosímil que la muerte por melancolía.

El sepulcro data del siglo XIII y es de estilo gótico. En 1958, el contenido del sepulcro fue analizado y en su interior se encontraba un ataúd de madera con el cuerpo momificado de una mujer entre 26 y 28 años. Los médicos presentes certificaron que se halló “un esqueleto en parte momificado de una longitud de un 1 metro y 72 centímetros. El cráneo es pequeño y conserva completa la dentadura, de dientes muy iguales, pequeños y finos, sin caries de ninguna clase. Las manos momificadas con dedos cortos y finos; algunas conservan las uñas largas y afiladas. Todo lo cual indica ser un esqueleto de sexo femenino, perteneciente a una mujer de estatura elevada, joven y fuerte…“
Como curiosidad queda mencionar que al lado de sepulcro se encuentra una campana y las chicas jovenes que desean encontrar un novio la hacen sonar para cumplir su deseo.