Madrid, 24 de junio de 1535 – Monasterio de El Escorial, 7 de septiembre de 1573.
Infanta de España y archiduquesa de Austria, princesa de Portugal por matrimonio y regente de España entre 1554 y 1559. Hija de Carlos I y de Isabel de Portugal.
No fue reina, pero sí, nieta, hija, madre y hermana de reyes. Durante cinco años gobernó España como regente.
Nació en Madrid, en la noche de 23 a 24 de junio de 1535, en el palacio de Alonso de Gutiérrez, tesorero del emperador. El 30 de junio fue bautizada por el cardenal Tavera, asistiendo como padrinos su hermano, el príncipe Felipe, Luis Filiberto (hijo del duque de Saboya y Beatriz de Portugal, la hermana de Isabel) y el condestable de Castilla, Francisco de Zúñiga.
En sus primeros años se crio en un ambiente portugués, siendo las damas portuguesas que la cuidaron además de su madre, entre ellas Guiomar de Melo, Isabel de Quiñones y Leonor de Mascareñas.
Llamada así en honor a su abuela paterna, Juana de Castilla, quedó huérfana de madre a los cuatro años y fue encomendada a doña Leonor de Mascareñas. A los ocho años ya entendía latín y sabía tocar instrumentos musicales.
El 11 de enero de 1552, con 17 años, se casó por poderes en Toro con su primo, el príncipe heredero de Portugal, Juan Manuel de Portugal, de 15 años. Don Felipe acompañó a su hermana a Toro, pasando por Tordesillas. Llego a Badajoz el 13 de noviembre. El 5 de diciembre fue a buscarla a Barreiro el propio rey Juan III, y juntos llegaron a Lisboa.
El matrimonio fue corto debido a la muerte de Juan de Portugal el 2 de enero de 1554 por tuberculosis. Sin embargo, para esta fecha Juana estaba embarazada y el 20 de enero de este mismo año, nació el futuro rey portugués, Sebastián I.
A petición de su padre, que tenía intención de abdicar, regresó a España, dejando Lisboa el 17 de mayo de 1554 y confiando el cuidado de su hijo a su suegra (que también era su tía), la reina Catalina de Austria.
Tras visitar a su abuela, la reina Juana I de Castilla en Tordesillas, asumió la regencia del país el 12 de julio de 1554, debido a la ausencia del emperador y de su hermano, Felipe, que marchó a Inglaterra para casarse con María Tudor.
De enérgico carácter, Juana supo rodearse de personas de confianza, muchos de origen portugués, que llegaron a Castilla en el séquito de su madre, la emperatriz Isabel, como el futuro príncipe de Eboli, Ruy Gómez de Silva, quien junto a ella era la figura clave en el llamado “partido ebolista” por oposición al “partido albista”, liderado por el duque de Alba.
El primer asunto importante de su regencia fue la suspensión de pagos de 1557. El segundo, la amenaza del norte de África. Juana hizo saber a su hermano Felipe la necesidad de intervenir en el Magreb para evitar los peligros para las costas españolas y portuguesas. Pero Felipe prefirió proteger el frente franco italiano y ello ocasionó la caída de Bujía en 1555. Juana entre 1556 y 1558 intentó recuperar Bujía y tomar Argel por iniciativa propia, enterándose el emperador y el príncipe cuando ya eran un hecho. En 1558, Felipe II, ocupado en la guerra contra Francia, ordenó frenar las campañas norteafricanas. Doña Juana desobedeció la orden, mandando al conde de Alcaudete iniciar la ofensiva en Mostaganem, aunque por falta de medios esta operación terminó en desastre.
Durante su regencia, Juana adoptó medidas en el tema de administración de justicia. En las cárceles decidió separar a los presos por deudas de los asesinos y ladrones, ordenó la presencia de las religiosas para pasear a los hijos de las reclusas fuera de la cárcel.
Se preocupó de mejorar las fortificaciones en Levante y Galicia, mejorar la fuerza naval y el armamento.
Juana no volvió a casarse, tampoco regresó a Portugal para ver a su hijo, con el que mantuvo una amplia correspondencia y del que se conservan diferentes cuadros, pintados a distintas edades, para que la princesa conociera su evolución.
Fue la única mujer de ingresar en la orden religiosa de la Compañía de Jesús. En el verano de 1554 tuvo la idea de entrar en esa orden. Francisco de Borja se lo comunicó a Ignacio de Loyola. Esto causó un gran problema, ya que era prohibido a las mujeres ingresar en la orden.
El 26 de octubre de 1554, por órdenes de Ignacio de Loyola, se reunió una consulta para discutir la posibilidad de admitir a Juana de Austria bajo el nombre de Mateo Sánchez. Al final, los jesuitas decidieron permitir a Mateo Sánchez a pronunciar los votos de escolar de la Compañía de Jesús. Juana recibió la autorización oficial de Ignacio de Loyola el 3 de enero de 1555 (aún no tenía ni 20 años).
Y, desde luego, no se arrepintieron. Juana de Austria puso todo su empeño en defender y promover la Compañía de Jesús.
Defendió su presencia en Zaragoza ante la oposición del arzobispo Hernando de Aragón.
Influyo al emperador y a su hermano Felipe para que pudieran establecerse en Flandes.
Apoyo el establecimiento jesuita en la ciudad belga de Lovaina.
Recomendó la Compañía a Paulo IV y otras muchas acciones.
En la corte de Lisboa se aficionó a los objetos de lujo exóticos, sobre todo a las porcelanas orientales, las que apreciaría toda su vida. Reunió una colección de retratos familiares, pinturas, esculturas, medallas, camafeos, tapices, etc. que distribuyó en estancias del ala noreste del Alcázar de Madrid.
Desde 1554 reside en Valladolid, donde mantiene estrecha relación con sus tías, Leonor y María de Hungría, hasta el fallecimiento de ambas en 1558. Hereda la gran parte de los bienes de María, entre los que destacan los tapices flamencos.
Cuando la corte se estableció en Madrid, fundó el monasterio de las Descalzas Reales, en el palacio donde ella había nacido.
El 8 de septiembre de 1559 regresa Felipe II y finaliza la regencia de Juana.
Juana era muy activa e inteligente, una gran lectora, con amplios conocimientos de música, muy aficionada a la caza.
Concibió el ambicioso proyecto de las Descalzas Reales como un patronazgo muy personal y amplio, con el convento, el hospital de la Misericordia, sus aposentos particulares, un Cuarto Real conocido como Palacio de Ausencias donde se alojaban damas de la familia real cuando el rey estaba ausente, una colección de arte en el salón de retratos, un importante relicario y su panteón funerario, este se construyo según sus instrucciones en una capilla en el lateral de la Epístola que le había servido como oratorio. La obra de la capilla fue encargada a Juan de Herrera, la escultura de la princesa orante al escultor Pompeo Leoni y la decoración en mármol y bronce a Giacomo da Trezzo.
A partir de 1559 vivió en compañía de la tercera esposa de su hermano, Felipe II. Isabel de Valois era una mujer joven y alegre. Con frecuencia organizaban fiestas, mascaradas, conciertos y también alguna partida a caballo por la Casa de Campo, en la que cazaban algunas liebres y perdices y luego comían algunos fiambres y pasteles en algún claro del bosque, durante las comidas les gustaba hablar de arte, de música o lecturas.
La princesa tuvo una relación muy estrecha con Portugal. Destaca su apoyo a dos personajes, Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli y Cristóbal de Moura que vino a la corte como menino de la princesa en 1554 y que servía de correo para enviar regalos a su hijo Sebastián. Con el tiempo fue hombre de confianza de Felipe II, participó con éxito en las negociaciones para el reconocimiento de los derechos de Felipe II como rey de Portugal, fue nombrado marqués de Castelo Rodrigo y virrey y capitán general de Portugal.
El 11 de junio de 1557, murió Juan III de Portugal por un ataque epiléptico. El nuevo rey, Sebastián, solo tenía 3 años. Juan III dejó a la reina Catalina como regente, pero Juana se consideraba con más derechos y encargo a don Fadrique Enríquez de Guzmán, como embajador extraordinario, negociar en Lisboa con la reina Catalina el tema de la regencia. Sin embargo, Carlos I sabía el prestigio que ha logrado su hermana Catalina en Portugal y anuló las instrucciones de su hija, facilitando la regencia a Catalina.
A partir de 1568 su salud se deteriora, afectada por la muerte de sus familiares más cercanos y jóvenes que ella: como su sobrino don Carlos y su cuñada, la reina Isabel.
En agosto de 1573, Juana acompaño a la reina Ana de Austria en su viaje desde El Escorial a Madrid para dar a luz en la corte. Después regreso al monasterio donde falleció el 7 de septiembre.
Su firme decisión fue ser sepultada en la iglesia del Monasterio de la Visitación de las Descalzas Reales, en la Capilla de la Epístola, y que su cuerpo no fuera embalsamado, “muriendo como quiero morir en el hábito de San Francisco”.