Este contenido es solo para suscriptores
Isabel de Francia (Fontainebleau, 22 de noviembre de 1602 – Madrid, 6 de octubre de 1644)
Hija del rey Enrique IV de Francia y María de Medici.
Reina de España como la primera esposa del rey Felipe IV. Regente de España durante la Guerra de Cataluña en 1640-42 y 1643-44.
Nació segunda después del primogénito Luis, futuro Luis XIII de Francia, siendo la primera niña. Y precisamente por ser niña, según las crónicas, su madre le mostró bastante indiferencia porque creía en la profecía de una monja que daría a luz a tres hijos varones consecutivos.
Creció junto con sus hermanos en el castillo de Saint-Germain-en-Laye, alejada de la corte.
El 30 de abril de 1611 se firmó el tratado de Fontainebleau para un matrimonio doble entre Francia y España. La princesa Isabel se casaría con el Príncipe de Asturias, Felipe, y la infanta de España Ana de Austria con el rey Luis XIII de Francia, todos menores de edad en la fecha de la firma de acuerdo.
El viaje de Isabel a España resulto complicado. Salió de París a Burdeos el 17 de agosto de 1615, con una comitiva de unas mil personas, pero sufrió varios retrasos, entre ellos por causa de su propia enfermedad que padeció en Poitiers. En Burdeos tuvo lugar la ceremonia por poderes el 18 de octubre, en la que el duque de Guisa represento al príncipe Felipe.
Al mismo tiempo, desde Madrid, se prepara el séquito que debía recibirla. El intercambio de princesas se efectuó el 9 de noviembre de 1615 y para la ceremonia se habilitó un espacio en medio del río Bidasoa, con dos pabellones a modo de palacios en las riberas.
La infanta de España y la princesa de Francia montaron a la vez en sus barcas, acompañadas respectivamente por el duque de Uceda y el de Guisa.
A partir de este día la joven princesa de Asturias inicio su viaje hacia Madrid. Acompañada por su séquito de damas, atravesó varias ciudades, protagonizando solemnes entradas. Merece la pena destacar su entrada en Vitoria, donde Isabel apareció vestida a la española por primera vez.
El 22 de noviembre, cerca de Burgos, Isabel conoció a su esposo y a su suegro, Felipe III, acompañados por el duque de Lerma. Después de visitar el Real Monasterio de las Huelgas, la princesa realizo su entrada en Burgos. Dos días después, la comitiva llego a Lerma, donde el duque había preparado varias jornadas festivas, con toros, mascaras, juegos de cañas y fuegos artificiales.
La boda se celebró el 25 de noviembre de 1615 en la Catedral de Santa María en Burgos, cuando Isabel tenía 13 años y Felipe 10.
El 3 de diciembre Isabel realizo su entrada en Segovia y allí permaneció varios días en los que presencio las corridas de toros, juegos de cañas y un baile de máscaras.
Tras permanecer dos días en el monasterio de San Lorenzo de los Jerónimos, por la decisión de la propia Isabel, la comitiva se dirigió al Pardo, donde se quedaron hasta el 18 de diciembre.
Finalmente, el 19 de diciembre, casi un mes y medio después de cruzar la frontera, Isabel hizo su entrada en la corte. En Madrid fue organizada una impresionante mascarada acompañada por cuatro carros triunfales, actores, cantantes, músicos y estructuras alegóricas decoradas con mensajes por Lope de Vega. Con 13 años recién cumplidos, Isabel disfruto mucho de las fiestas en su honor, siendo sus favoritas las corridas de toros y los juegos de cañas.
Aunque la boda tuvo lugar en noviembre de 1615, fue consumada en noviembre de 1620, cuando Felipe había cumplido los 15 años.
Según las cartas que Isabel envío a sus hermanas menores, Cristina y Enriqueta, los primeros años en la corte de Madrid, la princesa fue bastante feliz y tuvo una muy cercana relación con Felipe III, a quien, según los testimonios, quiso como a un padre.
Su carácter le inclinaba a evitar los conflictos. Dócil y sonriente, aceptaba la premisa de que la clave para lograr influjo en su entorno era agradar a los demás, especialmente al rey, su marido.
Isabel destacó siempre por su belleza física, su elevado intelecto y una noble personalidad. A pesar de esto, su marido, el rey Felipe IV, le fue infiel en múltiples ocasiones y ella tuvo que soportar su relación con la actriz María Calderón, conocida como La Calderona, viendo como nacían los hijos ilegítimos, entre ellos Juan Jose de Austria.
Francesco Contarini, embajador veneciano, describía, “…es una Princesa de costumbres amabilísimas, de ingenio y capacidad…si bien el Rey la honra…últimamente no la ama”.
La pronta muerte de Felipe III convertía a los príncipes en los nuevos reyes.
El 15 de agosto de 1621, la reina daba a luz a su primera hija, la infanta Margarita María, que solo vivió un día. En los siguientes meses la salud de la reina fue delicada.
De su matrimonio nacieron 11 hijos, de los que sobrevivieron solo dos: María Teresa (futura reina de Francia como esposa de Luis XIV) y Baltasar Carlos, príncipe de Asturias.
Con el nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, en 1629, el prestigio de la reina se vio incrementado. Tras el juramento de Baltasar Carlos como heredero, doña Isabel presidio las reuniones del Consejo de Estado entre abril y junio de 1632, con motivo de marcha de Felipe IV a Aragón. El rey dio órdenes de que se guardase con la reina el mismo ceremonial que se observaba con él.
La importancia que iba adquiriendo la reina se vio reflejada en la década de los treinta, en el retrato ecuestre destinado al Salón de Reinos del antiguo palacio del Buen Retiro, de Madrid, puesto que era la primera vez que una reina consorte era representada de esta manera.
Antes de 1640, Isabel estuvo bastante apartada de los asuntos estatales, que fueron confiados en gran medida al conde duque de Olivares. Isabel no se llevaba bien con el válido del rey, quien siempre intentaba controlar a la reina y apartarla de los asuntos de gobierno, entre otras cosas una vez hizo el comentario de que los sacerdotes existían para rezar y las reinas para dar a luz.
La importancia de controlar el entorno de la reina era un objetivo político de Olivares, quien a través de diversas reformas y provisiones de oficios lograba este fin. El control que el válido trataba de establecer en la Casa de la Reina se apoyaba en la ocupación del cargo de Camarera mayor por parte de su esposa, Inés de Zúñiga en 1627.
La llamada “Conjura de las mujeres” ayudo a terminar con la influencia de conde-duque de Olivares sobre Felipe IV. Según parece, la reina Isabel había participado en la caída de Olivares junto a la duquesa de Mantua, Ana de Guevara, María de Agreda y Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes de Nava. Al final, el enfrentamiento del válido con la reina en lo referente a la necesidad de formar casa propia para el príncipe Baltasar Carlos fue el detonante que llevo a Felipe IV a informar a su válido que debía dejar el palacio.
Entre 1640 y 1642, Isabel fue regente del rey en su ausencia con mucho éxito. Como resultado, el rey empezó a considerarla como su compañera política y la nombro regente de nuevo en 1643. Se ocupó de proporcionar suministros para las tropas, negociar con los bancos para conseguir ayuda financiera, ofreciendo sus propias joyas como garantía.
Así lo recogía en un comentario el príncipe Baltasar Carlos en una carta a su padre (23 de noviembre de 1642), “Ayer mi madre celebro una junta que comenzó a mediodía y acabo a las tres y mientras tanto yo estuve jugando”.
El presidente del Consejo de Castilla quedo impresionado por la capacidad de negociación que Isabel desplegó con los financieros, el propio rey reconocía “Gracias a los esfuerzos de la reina para obtener y enviar provisiones hemos podido equipar y preparar rápidamente a las tropas” (15 de septiembre de 1643).
“Valerosa matrona” fue el calificativo que recibió de distintos libelos populares en señal de gran contraste entre la actitud de Isabel y la pasividad del rey y su válido.
Al abandonar Olivares la corte, para Isabel empezó un periodo de felicidad, recibiendo el reconocimiento de su marido no solo para gobernar sino también como esposa. Por desgracia, la suerte no duro mucho, en primavera de 1644 tuvo su quinto aborto y tardo varios meses en recuperarse. En el verano reanudo su trabajo, pero en octubre cayó de nuevo enferma y el 6 de octubre de 1644, por la mañana, la reina fallecía con 42 años, sin poder sus médicos decidir la verdadera causa del empeoramiento de su salud.
El rey recibió la noticia en la localidad de Almadrones, cuando ya había salido de Zaragoza para estar al lado de su esposa. El 9 de octubre, desde El Pardo, escribió a la condesa de Paredes: “Condesa, yo he llegado aquí cuál vos podéis juzgar, habiendo perdido en un día mujer, amiga, ayuda y consuelo en todos mis trabajos, y pues no he perdido el juicio y la vida, debo de ser de bronce… Me ha parecido preguntaros si acaso os dejo dicho algo que desease se ejecutase de servicio o gusto suyo, o de obligación y descanso de su alma, para que, pues la debí tanto en vida, haga cuanto estuviere a mi mano por ella en muerte”.
Dos días antes de las exequias celebradas en Madrid, Felipe IV escribió a sor María de Agreda: “Me encuentro en el mayor estado de dolor que pueda existir…; la ayuda de Dios tiene que ser infinita si es que alguna vez voy a superar esta perdida”.
Fue sepultada en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial, puesto que a pesar de no haber sido madre del rey (su hijo, Baltasar Carlos murió con solo 16 años), a través de su hija Maria Teresa, reina de Francia, se perpetuo la Casa Real de España.